Fetiche
El salto que pegó Miguel al bajar de la cama la despertó
_Mariana, lo oíste?
_Si oí qué?
_El silbido
_No Miguel, yo duermo profundo, ya sabés.
_Seguime, vamos a ver.
Refunfuñando, Mariana recogió la bata caída, se calzó las pantuflas, y meneando la cabeza, se fue tras él pensando: otra vez soñó!.
Como dos vigías nocturnos hicieron ronda en pareja, Miguel se detenía en cada ventana, miraba hacia afuera con el dedo índice cruzando su boca. Que Mariana intuía reseca.
Volvieron a la cama, en el reloj de su mesita vió la hora.
_Son las cuatro, Miguel- dijo en un suspiro
_ La hora justa para llegar.
--Terminala con eso, ¿para que llegue quien?
_Mujer, los ladrones. No viste como esperan la madrugada para meterse en los dormitorios. Alguien silbó, lo escuché muy bien.
Ella detuvo de pronto esa caminata insomne y gritó:
_Basta!, revisamos todos los rincones y no había nadie.
_Eso crees vos, ellos están atentos y no arriesgan. Se fueron porque me desperté.
Mariana no podía creer lo que estaba oyendo pero al mirar sus ojos, un temblor le atravesó el cuerpo .
_¡No me escuchás! ¡Vos nunca me escuchás!
_Dejame pensar, tenemos que hacer algo…
Mariana suspiró profundo, le tomó las manos para acercarlo con una sonrisa cómplice y con su boca húmeda le susurró al oído:
_¿Estás pensando lo mismo que yo? , en un perrito chiquito de oído sensible que avise por la noche, porque dormiría adentro; dale, decime que sí –insistió, mientras intentó acariciarlo.
_¡Pavadas!.Se te ocurren solo pavadas. Yo pienso en defendernos de verdad, con un revólver . Vamos a poner un revólver debajo de la almohada.
_Basta! todo esto parece una mala película, de esas que vos elegís!.Y ahora el señor va a jugar al detective con un revólver de verdad, ¡Si no sabés tirar ni cohetes!
_Aprendo. No tendré puntería, pero un tiro al aire los va a impresionar. Como hoy, que se fueron cuando oyeron nuestros pasos por la casa.
Ella enarbolò un pesado cenicero de cristal, dudò y después lo arrojò contra el piso, al tiempo que preguntaba:
_¿Quienes se fueron?
_¿Ves?, a vos también te pusieron nerviosa. Los del silbido se fueron, le avisaron al del auto que hacía de campana.
_¿Un auto?. ¿Vos lo viste?.
_No, se fue.
_ ¡Miguel, Miguel! ¡Yo no escuché ningún auto y no quiero un arma en casa!
_No me importa, lo tengo decidido, mañana la compro, una calibre veintidós es suficiente, eso dicen.
_¡Sos tercol!, pero ésta vez superaste los límites! No voy a compartir tu locura!
Descontrolada , le dió la espalda con un portazo para no escucharlo.
--En el otro cuarto dormirás tranquila, yo estaré alerta.
Al día siguiente llegó Miguel con un estuche marrón y en él ese fetiche plateado que vigilaría su sueño debajo de la almohada.
En el estuche vacío iba a encerrar los ruidos nocturnos, los silbidos de sus ensoñaciones y así sería un hombre felizmente descansado a la mañana siguiente.
Mariana miró el arma en la manos de Miguel, con el rostro desencajado, y furiosa cerró la puerta, para no ver a ese desconocido acariciando su fetiche.
_Por fin dormiré tranquilo!
Revisó el cargador, estaba trabado, intentó girarlo, la pistola cayó de sus manos cerrando el círculo de muerte al que estaba destinada.
La policía dibuja en un plano el curso de esa bala que atravesó el cuello de Miguel y ahora lo deja descansar en paz
Hebe Expósito
Me gustó mucho, sobre todo por la ironía del final que reafirma que siempre sucede aquello ante lo cual demostramos miedo.
ResponderEliminar¡LO LOGRÉ...! Terminé con el desborde del tanque de agua, cuarenta y cinco minutos tratando de entrar y...¡BINGO...!! ¡ECCE COMENTARIUS!
ResponderEliminarSi por cada comentario que deseo poner, tengo que estar diez o más minutos tratando de descifrar las apretadísimas letras que pone este chisme...Chicas,se les vá la mano con la seguridad. Ni el banco pone las letras tan apretadas.
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