Taller Literario
PEẄUN. Primavera. Tiempo de hacer brotes

Es el emerger del conocimiento en el viejo tronco de la sabiduría ancestral que se convierte en VERBO y PALABRA
La Palabra es el instrumento humanizado con que podemos terminar de hacernos o crearnos a nosotros mismos.
Revelarla, es darnos cuenta de la capacidad que tenemos de destilar su significado, de cómo y cuánto formamos parte de ella, de su poder energético. Y re-crearla. Porque cada uno de nosotros, que la identificó concreta y común en el afuera, la tiñe, la modela en su adentro, con colores y dimensiones que tienen que ver con su propio paisaje de sentimientos.
Encontrar las propias palabras es un proceso más alquímico que pedagógico, es el arduo trabajo de destilar el significado de las experiencias, la trascendencia de los detalles finos y hondos que se entretejen por debajo de la superficie de las cosas.
Descubrirlas, es descubrirnos. Conocer las propias emociones, reconocerlas mientas ocurren; saber qué estamos sintiendo, sin confusiones ni disfraces. Manejarlas. Poder expresarlas. Escribir.
Los portadores de la palabra oral, y luego los escritores, han tenido la valentía y la audacia de desnudarse frente al espejo en el que nos reflejamos todos. Por empatía o por rechazo, pero siempre revelador: no soy dueño del dolor ni del miedo, otros sienten, distinto, pero igual que yo.
Ése, es el instante en el que brotan las gemas. Sobre tus propios textos comienza la experiencia de a-prender las formas de expresarse, y con ellas el dominio de las reglas y las técnicas; la diferencia entre cuento y relato, poema o prosa poética… Y la rama sea árbol, frondoso y cantarino.

domingo, 2 de septiembre de 2012

"Franca" Autora: Alicia Graziano


Franca 

Franca  tiene sus cosas… pero sabe mucho, repetía Faustina. Sabe, Franca siempre sabe… repetía una y otra vez en cuanto tenía oportunidad.
Las dos solteronas, vivían juntas y eran las únicas que quedaban de los cinco hermanos Torres. En la vieja casona, los días y las noches se sucedían, casi sin modificaciones ni sobresaltos.   Almorzaban a las doce hs. en punto, ya que Franca decía que cuando terminaba la novela de las trece hs, era hora de dormir la siesta, habiendo hecho la digestión.A las dieciséis hs., la pava debía estar humeante, para no perderse el programa de encuentros y parejas que, por cierto, no se cómo no les da vergüenza ir a la tele a buscar novio, decía, mirá esa vieja, la cara de loca que tiene, debe de ser una… YFaustina asentía con la cabeza.Después tejían, daban agua a las plantas, pero con la regadera, nada de manguera, porque podés echarles demasiada agua y las estropeás, la regañaba   De avecinarse un  chaparrón, Franca iba a buscar la palangana para juntar agua, porque era ideal para lavarse el pelo; nada mejor que el agua de lluvia, Faustina, ¡va a llover, apurate a traer tu palangana!!!, le gritaba. A las diecinueve hs, la cena, por supuesto siempre sin ajo, ya que hace unos años atrás Franca tuvo una acidez que la mataba, y descubrió que era el ajo.  Vos tampoco lo comas, si me hace mal a mi, te va a hacer mal a vos, le advirtió a su hermana, así que Faustina lo sacó de la lista de compras sin dudar.
Luego de la cena, le daban de comer a Duque, un perro viejo, canoso y reumático, que las miraba por el rabillo del ojo como cansado de escucharlas.Después, el noticiero y a la cama.
Cierta noche, según Faustina, debió ser Duque el que habría tenido un ataque de locura, tiró las macetas del patio, desenrolló la vieja manguera y la llevó de un lado a otro, formando ondulaciones montañosas, de seca que estaba la goma.
Franca se levantó primera, como siempre, al salir al patio, se enredó los pies con el reptil gomoso y se cayó, pegándose la cabeza contra el cantero.
No hubo nada que hacer.  Murió instantáneamente.  Por lo menos no sufrió, se consolaba Faustina.

Al día siguiente después de volver del cementerio, Faustina se fijó en la hora, todavía alcanzaría a ver el programa de encuentros. Puso la pava.  ¿Viste?, es cierto, tiene cara de loca esa vieja que busca novio en la tele, murmuró. Cuando escuchó un trueno: ¡ya va!`¡ya va!, que la hizo levantar presurosa para buscar las dos palanganas y  sacarlas al patio.


Alicia Graziano

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