Taller Literario
PEẄUN. Primavera. Tiempo de hacer brotes

Es el emerger del conocimiento en el viejo tronco de la sabiduría ancestral que se convierte en VERBO y PALABRA
La Palabra es el instrumento humanizado con que podemos terminar de hacernos o crearnos a nosotros mismos.
Revelarla, es darnos cuenta de la capacidad que tenemos de destilar su significado, de cómo y cuánto formamos parte de ella, de su poder energético. Y re-crearla. Porque cada uno de nosotros, que la identificó concreta y común en el afuera, la tiñe, la modela en su adentro, con colores y dimensiones que tienen que ver con su propio paisaje de sentimientos.
Encontrar las propias palabras es un proceso más alquímico que pedagógico, es el arduo trabajo de destilar el significado de las experiencias, la trascendencia de los detalles finos y hondos que se entretejen por debajo de la superficie de las cosas.
Descubrirlas, es descubrirnos. Conocer las propias emociones, reconocerlas mientas ocurren; saber qué estamos sintiendo, sin confusiones ni disfraces. Manejarlas. Poder expresarlas. Escribir.
Los portadores de la palabra oral, y luego los escritores, han tenido la valentía y la audacia de desnudarse frente al espejo en el que nos reflejamos todos. Por empatía o por rechazo, pero siempre revelador: no soy dueño del dolor ni del miedo, otros sienten, distinto, pero igual que yo.
Ése, es el instante en el que brotan las gemas. Sobre tus propios textos comienza la experiencia de a-prender las formas de expresarse, y con ellas el dominio de las reglas y las técnicas; la diferencia entre cuento y relato, poema o prosa poética… Y la rama sea árbol, frondoso y cantarino.

domingo, 2 de septiembre de 2012

"El atolón" Autora: Laura Thomas


El atolón

Lenta avanza la plataforma.
Tres remolcadores emplean toda la energía de sus motores para desplazarla por mar abierto.
Las hélices forman turbulencias bajo la superficie que llegan hasta él.
La vibración sacude el cuerpo de Balbo.
Sus cabellos verdosos se arremolinan en torno al rostro afilado, descubriendo las pequeñas branquias que burbujean a la salida del aire.
¿Qué es esto que perturba el equilibrio del arrecife?
El clan lo rodea con evidentes muestras de temor.
Con ágiles brazadas de sus miembros musculosos emerge a la superficie.
Entornando los ojos oblicuos, descorre el parpado lateral para ajustarse a los rayos de sol que caen verticales sobre el trópico, todo azur y flama. Tal como lo suponía, allí están.
Con sus muchos años, ya ha visto esto. Sabe que los habitantes de la tierra, seres mínimos que conviven entre barro, humo y sudor vienen a horadar el lecho marina en busca de esa sustancia viscosa, esencia del ayer remoto, que al manar cubrirá la vida con su color de muerte, ahogándola.
Los corales, las algas, los peces…: todo el atolón corre peligro.
Convoca a sus hermanos a nadar rodeando las naves. La piel dorada brilla al sol y algunos hombres los ven.
Un temor supersticioso se instala en ellos y corre de buque en buque paralizándolos.
¡Abandonar el trabajo, desenganchar la plataforma y volver a puerto!, es lo que se escucha en las tres cubiertas. Los retiene la firmeza del personal que comanda el operativo, haciendo hincapié en la proximidad del sitio de emplazamiento.
Los marinos de raza piden clemencia a Poseidón, le recuerdan las carencias humanas, la necesidad que tienen de trabajar en los dominios del dios.
 La gente del agua mantiene una vigilancia cauta ante la presencia de marinos armados en el castillo de proa. Para ellos, son a penas un reflejo áureo entre las olas, una estrella deshaciéndose en el mar, un rumor vítreo entre las aguas…
La situación es difícil y Balbo llama a reunión en el ojo del manantial del oráculo.
Pocas veces necesito cargar la gran caracola, nunca llegó a hacerla sonar.
Solamente un tritón de estirpe como él, descendiente de Poseidón, tiene ese derecho.
Los ancianos están de acuerdo.
Es un retumbo que asciende vertical, impacta en la superficie y se expande.
El viento acude al llamado, encrespa al mar, forma y eleva la tromba que contra las paredes del peñasco se convierte en tornado.
Gira…gira… destruyendo todo a su paso.
Solo los humanos piadosos son impulsados al arrecife, donde aguardan la llegada del equipo de rescate.


Laura Thomas

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